martes, 8 de marzo de 2022

El Boric

Un grupo de jóvenes reunidos en la plaza compartían imágenes de redes sociales del recién electo Presidente de la República Gabriel Boric Font y de su perro Brownie, que con su dulce mirada canina, ha conquistado miles de seguidores.

Hablaban del presidente como si fuese un ídolo juvenil y se referían a él como “el Boric”: que no usó corbata en los debates, que al igual que ellos tenía tatuajes, que no iría a vivir con los ricachones del sector oriente de la capital y otras cosas que no entendí. 

Todo era jolgorio, risas y se referían de loco para allá y loco para acá.  Una de las jóvenes de largas pestañas negras, pero con cabello verde y que se contorsionaba como si necesitara un baño con urgencia, lanzó un suspiro al aire y dijo en voz alta: ¡lo amo, lo amo!.  Otro preguntó: ¿al Brownie?  No, respondió.  ¡Amo al Boric, es tan lindo y tierno! 

Entonces recordé que el poder es atractivo y muy seductor y pensé... en Irina.  En gustos no hay nada escrito, porque es evidente que el Boric no es Brad Pitt o Alain Delon de mis tiempos juveniles, que por sus atributos físicos revolucionaban las hormonas femeninas.  Pero allá ella, con sus gustos y su amor.

Aunque aprendí –en clases de gramática- que no se debe usar un artículo antes de un nombre propio, con mis años también he aprendido a tolerar  -entre muchas otras cosas- errores lingüísticos o gramaticales ampliamente usados hasta en la televisión.  Ya no se cuida el lenguaje.  Pasó de moda. En mi país, todo, todo se reduce y simplifica en dos palabras mágicas: la weá.  Es un notable ahorro de sustantivos o adjetivos en tiempos apresurados.  No se pierde tiempo en buscar la palabra adecuada para describir una cosa o una situación y créanme que el receptor del mensaje lo entiende a la perfección.

El presidente Boric es joven, pertenece a una nueva generación de la política.  Llega al poder con sólo 36 años con una nueva fuerza de izquierda (Frente Amplio) más radical, alejada del duopolio de los últimos años, al que han denostado y criticado fuertemente.

¿Quién iba a pensar que ese desaliñado, atrevido y desafiante muchacho que lideró protestas estudiantiles sólo unos años atrás, por cambios en la educación, llegaría a dirigir el país?

Creo que ni él mismo lo imaginó. Se inscribió en la carrera presidencial a última hora reuniendo las firmas que la ley exigía.  Enfrentadas –en segunda vuelta electoral- dos visiones de país tan opuestas, los analistas señalan que los votantes se inclinaron por el mal menor y muchos jóvenes se levantaron a votar.  Son esas jugadas del destino las que nos dejan perplejos.

Estoy como el tiempo: soleado, nublado.  Un día me levanto con la esperanza que esta nueva generación –alejada de las mañas de los viejos políticos y la corrupción- haga las cosas de modo diferente y mejor; al otro día me invade la preocupación por la falta de experiencia para enfrentar tantas y variadas complejidades que atraviesa nuestro país.  Además, porque en paralelo, se está escribiendo una nueva Constitución, que hasta ahora, no logra encontrar el tono ni las notas justas para una sinfonía que deleite a todos. 

No son tiempos de vals –como canta Chayanne- son tiempos de una magnitud y complejidad enormes.  

Somos un país más pobre y más endeudado, producto de la pandemia.  

Tenemos grupos armados en la Macrozona Sur, que buscan recuperar territorio indígena y que con el paso del tiempo se han ido fortaleciendo.  Operan con armamento de guerra.  Aterrorizan quemando infraestructura, maquinaria, vehículos, viviendas y hasta vidas humanas.  Van cerca de diez años y la inteligencia militar y policial, no ha logrado desactivarlos, pese a las millonarias sumas de dinero que reciben estas instituciones, vía gastos reservados. Ahora, sabemos que esos dineros llegaron al patrimonio personal de los altos mandos.   

Existe un sostenido avance del narcotráfico, delincuencia, criminalidad y migración sin control con aumento de campamentos.

Se presenta una crisis hídrica de proporciones incalculables, que afecta al país, principalmente a zonas rurales y por consiguiente al desarrollo de la agricultura campesina.

Y sigue y suma: la pandemia no ha terminado; la inflación nos está golpeando; miles de hectáreas quemadas este verano, algunas intencionalmente; empresas que defraudan; aumentan las “fake news” que manipulan la opinión pública; el  populismo avanza y ya puso un pie en el Congreso el año pasado; y como si todo lo anterior fuese poco, una guerra entre Rusia y Ucrania tambalea la economía mundial, que si se sale de madre, nos  borra a todos del mapa y hasta aquí llegamos.  Hay que estar confesados.

Los analistas y periodistas escriben columnas y hacen pronósticos, pero el futuro nadie lo conoce.  Lo único cierto, es que se cierra un ciclo político y otro nuevo comienza.

Por ahora, el nombre más esperado del nuevo gabinete ministerial –Ministro de Hacienda- ha sido recibido con satisfacción por todo el espectro político y empresarial.

Queda muy poco para el cambio de mando presidencial.  Se afinan los preparativos ceremoniales y comienzan a llegar los invitados.  Las expectativas son muy altas.  Los temores también se dejan sentir.

El nuevo presidente requerirá de mucho talento político, audacia, coraje y mucha, mucha buena suerte.  Todos queremos que le vaya bien.  Necesitamos –más que nunca- que nuestro país progrese económicamente, se desarrolle y avance en justicia y paz. 

Estamos cansados, hastiados de la corruptela y decadencia en tantos ámbitos.  Necesitamos un cambio pero con gobernabilidad.  

¡Alea iacta est!  o  ¡La suerte está echada!