sábado, 30 de marzo de 2019

Ojalá...

Una semana antes del plebiscito de Octubre de 1988, Matilde inauguró la ampliación y remodelación de su casa.  Preparó un rico almuerzo e invitó a dos amigas  que no veía desde el año anterior, y a Isabel su amiga de infancia.  La casa, de sesenta metros cuadrados, la había adquirido en muy malas condiciones pero a un precio muy conveniente.  Ahora, la  inauguraba con ciento veinte metros cuadrados, re-construida  con  materiales más modernos, y mucho más iluminada. 

Mientras recibía los elogios por su buen gusto -la aplicación de los principios del Feng Shui en la decoración, la moderna grifería de los baños, la bonita cocina tipo americana y el enorme ventanal de madera de alerce en la sala de estar-, Isabel hizo un comentario entre dientes que Matilde decidió ignorar.  Se había atrevido a insinuar, en su propia casa, que su esposo Hans estaba realizando actividades ilícitas.  En ese momento pensó que debía ser otra de las locuras que hacía para llamar la atención o había aflorado esa envidia siempre latente, que Matilde había aprendido a soslayar con serenidad, paciencia y mucho afecto.

Cuando todo terminó y sus invitadas se retiraron, se desplomó en la silla de su elegante mesa redonda y empezó a tratar de dilucidar qué quiso decirle realmente.  Pensó que seguramente estaría atenta al teléfono esperando por su llamada para pedirle una explicación.  Pero no.  Esperaría que su marido regrese y lo conversaría con él.

Con Isabel fueron compañeras en el colegio y se encontraron varios años después en  actividades de voluntariado en el hospital principal. Le costó reconocerla.  Esa chica flaca que lideró la primera y única pandilla que hubo en la historia del colegio, era ahora una mujer gruesa, de pelo rubio, muy histriónica y de modales algo toscos.  El encuentro fue cordial, jocoso y lleno de recuerdos.  Al verla reír y gesticular, Matilde recordó cuando fue interceptada en la calle por su pandilla, de cómo le tiraron el pelo y arrojaron al suelo sus útiles escolares, toda una humillación por el capricho de un joven de un curso superior.  Isabel quedó sorprendida y dijo no recordar ese episodio tan lejano y rápidamente cambió de tema, lo que gatilló en Matilde el deseo de no volver a verla.  Sin embargo Isabel, a quien no le duraban las amigas, estaba dispuesta a todo lo contrario.  La invitó a su casa, le presentó su familia, le contó su vida, la pasaba a buscar en su automóvil los días de lluvia y poco a poco se fueron conociendo mejor, hasta llegar a considerarse amigas de infancia.

A Matilde le gustaba vestir bien y a la moda, salir de casa siempre maquillada, visitar la peluquería todas las semanas, y sabía que eso molestaba a algunas incluyendo a Isabel. Sabía también que era difícil de entender que ella creció entre telas y moda. De niña descifraba los moldes de la revista Burda para confeccionar vestidos a sus muñecas con los retazos de organdí, terciopelo, tul y tafetán que desechaba su madre modista.  Se pasaba horas leyendo los consejos de belleza de la revista Rosita, y sabía perfectamente cómo sacarse partido.  Confeccionaba con muy buen gusto sus faldas, blusas y vestidos, y sólo una vez, por tanto insistir, le confeccionó una blusa a Isabel sin recibir nunca comentario alguno.

Sin embargo, y después de un tiempo eran inseparables.  La actitud exaltada de Isabel y la serenidad de Matilde hacían que la amistad fuera siempre entretenida y balanceada.  Habían compartido muchas historias: cuando arrendaron en Blockbuster la película “Lo que el viento se llevó” y se amanecieron sufriendo entre bocadillos y vino navegado; cuando juntaron dinero para ir al Festival de Viña del Mar porque querían ver el show de Julio Iglesias; cuando viajaron a Villa Alemana para presenciar las curiosas apariciones de la virgen en Peñablanca a un joven del lugar e Isabel juró que también logró verla; o cuando descubrieron que podían ganar dinero yendo a Miami, a casa de una sobrina, para traer ropa, carteras y perfumes que vendieron rápidamente.

Una tarde Isabel la llamó para conversar algo muy delicado por lo que le pidió se juntaran en un café.  Matilde pensó que algo malo le pasaba.  Sabía que tenía problemas con sus hijos y que recientemente habían expulsado del colegio al menor de ellos, que era un niño muy rebelde.  Pero no.  Se trataba de ella.  Sabes que soy tu  mejor amiga y no me puedo guardar esto, le dijo.  Hans tiene una amante. 

Hans era transportista.  Cuando se casó su padre le regaló un viejo camión que lo acompañó hasta que, con el tiempo, nostalgia y trabajo, lo cambió por uno más nuevo, y así otro más nuevo, hasta llegar a tener cuatro camiones Mercedes Benz que conformaban la flota de su empresa.  Los fletes eran principalmente al norte y últimamente a Argentina.  Los viajes al país vecino los hacía él personalmente y en contadas ocasiones oficiaba de copiloto.

La noticia de una amante, la dejó paralizada.  Después de un rato preguntó: ¿cómo lo sabes?  Escuché a mi cuñado decir que Hans andaba en malos pasos.  Podría ser. Pasaba varios días fuera de casa y compensaba sus ausencias con bonitos regalos: aros de plata argentina, collares y piedras preciosas traídas de Brasil habían llegado a sus manos.  El manual para conocer un marido infiel, así lo señalaba.  Pero, ¿dónde estaba esa  mujer? ¿Aquí en la ciudad o en otro lugar?…..Hans llegaría el sábado y recién era martes. Mucho tiempo de incertidumbre.  Entre qué hacer, cómo era esa mujer, dónde vivía, si tenía hijos de él, si le pedirían el divorcio, llegaron a la conclusión que había que consultar a los astros, y terminado el café se fueron a ver el Tarot.  El problema lo tenía Matilde, pero por solidaridad femenina, ambas consultaron las cartas.  Los astros estaban juguetones ese día y señalaron que Matilde conocería a un hombre maduro y muy rico, pero de otro país. Que se enamoraría de ella a tal punto de pedirle deje todo para irse con él. Y que una mujer joven amenazaba el matrimonio y la estabilidad económica de Isabel. ¿Cómo era eso?  La anciana tarotista tiene años de experiencia y prestigio bien ganado, dijo Isabel.  Es difícil que se equivoque y buscó esta explicación que Matilde no cuestionó porque la encontró genial: sufro tanto que te estén engañando, que estoy segura que este sentimiento de empatía te traspasó toda mi energía; por eso la confusión; y el hombre rico lo conoceré yo, porque ambas sabemos que es tú marido quien te engaña.  Fin del veredicto de los astros.

Cuando Hans llegó, Matilde había pasado todas esas noches haciendo un análisis exhaustivo de sus años de matrimonio y el balance le resultaba positivo. Eran muchas las señales de profundo amor y sincera amistad por lo que la idea de otra mujer le resultaba difícil de aceptar. Además, ella también participaba del control financiero de la empresa y todo parecía estar en orden.  Pero no se confiaría.  Su madre que la estaba acompañando también opinó lo mismo y aprovechó una vez más de criticar a Isabel: esa amiga tuya está desequilibrada emocionalmente.  No es normal que le den esas rabietas y ande por la vida tan altanera anunciando infidelidades. Estoy segura que es el marido de ella el que tiene más de una amante, porque no creo que la soporte. Tú eres la única que lo hace.

Recibió a Hans como siempre.  Fundidos en un abrazo y un beso apasionado todas sus dudas se disiparon.  Cuándo él le entregó un colgante con una esmeralda, ella le preguntó: ¿esto hacen los maridos infieles para expiar sus culpas?  Pero la respuesta y su mirada la dejaron tranquila.  Nunca, nunca tocó ese tema. 

Pero ahora era diferente.  Isabel había insinuado que Hans llevaba madera de alerce fuera de la frontera, lo que entendía era un delito, y que si ganaba el NO en el plebiscito se le terminaría ese negocio tan rentable.

El alerce es un árbol milenario, uno de los más antiguos del planeta. De crecimiento lento,  puede alcanzar hasta 22 metros de altura. Es una especie protegida, pero por un simple decreto del año 1976.

Cuando Hans llegó, la conversación fue extensa. Su amiga tenía razón: transportaba madera de alerce; pero lo hacía con todos los documentos y permisos legales correspondientes; él sólo la transportaba, no era el dueño del negocio y además, había otras empresas en igual operación.  ¿Y cómo es eso?, ¿cuál es el destino? preguntó Matilde.  Son muchos, muchos millones de pesos y personajes de mucho poder los que la comercializan, sólo te digo que en el último mes salieron como un millón y medio de tejuelas de alerce con destino a Alemania.

¿Y si gana el NO en el plebiscito se termina el tráfico?, volvió a preguntar.  Hans se sonrió y le dijo: ojalá, ojalá.

En el año 1992 ingresó al Congreso Nacional de Chile un proyecto de ley para regular, proteger y recuperar los bosques nativos. Fue promulgada recién en el año 2008, bajo el número 20.283.  Es la ley que hasta ahora tiene el récord de ser la que más tiempo ha demorado en ser tramitada en el Congreso Nacional.  Según los grupos ambientalistas presenta forados y falencias.   Ojalá nuestro alerce no siga saliendo rotulado como otra especie de características parecidas.  Ojalá!

lunes, 4 de marzo de 2019

Mi cita con Kim


Aunque es una función fisiológica natural y normal, hay quienes la niegan o dicen no recordar.  A mí me gusta que ocurra.  Cuando no sucede siento que al día le faltan colores. Es misterioso, placentero y entretenido, pero a veces angustiante y tormentoso.  Nunca se sabe cómo resultará. Siempre es una sorpresa.

Lo hago en la noche sin que nadie de la familia se entere, ni siquiera el gato.  A veces sucede en casa, en lugares cercanos o muy lejos.  Lo hago sin pudor alguno.  Freud diría que doy rienda suelta a mis deseos reprimidos; Canetti, que hay cosas que he olvidado de gritar; y la Teoría de la Activación de Síntesis: que mi cerebro intenta darle sentido a estímulos percibidos.

La verdad es que cuando sucede, casi siempre me gusta.  Y cómo no me va a gustar, si puedo volver a tener 15 años, voy a lugares que con el dinero de mi jubilación sería imposible costear, soy artista, bailo, me enamoro, también me enojo y hasta me reúno con los que ya han partido. 

Anoche.... me fui a Corea del Norte.  Sí ...al continente asíatico.  Puede ser que este viaje se explique por la  teoría antes señalada, porque en la tarde estuve conversando con unas amigas, y nos acordamos del encuentro en Hanoi, entre Donald Trump y Kim Jong-Un.  Una de ellas es profesora de historia y se apasiona con estos temas.  Nos empezó a explicar sobre el origen de las dos Coreas,  la invasión japonesa, la hambruna que sufrieron, la dinastía de los Kim y lo hermético y oscuro que es en algunos aspectos.

¿Y cual es su población? pregunté.  Pasa mi cartera! Sacó su teléfono y todas hicimos lo mismo.   Entre el café y el kuchen de arándanos nos pusimos al día con lo que encontramos en el maravilloso mundo de internet, con fotos incluídas. Tiene una población de 25 millones de habitantes.  La capital es Pyonyang, que significa tierra plana, y está cercana al mar amarillo. Tiene una antigüedad de más de 2.000 años y la cruza el río Taedong.  La ciudad tiene edificios emblemáticos como la Torre del Ideario Juche, el Arco del Triunfo  (más  grande que el de Francia), el gran monumento en la Colina Mansudae, el Palacio de Estudios del Pueblo (una biblioteca con más de 30 millones de libros), 30 parques, 40 m2 de áreas verdes por habitante..., y conserva intacta su cultura ya que no está expuesta a la globalización.  Según la Organización Mundial de la Salud tiene un extenso y eficiente sistema de salud. Es un Estado basado en la ideología Juche, que es una combinación de autarquía, autodependencia, tradicionalismo y socialismo.  Su ejército es el cuarto más grande del mundo, y lo que ya todos sabemos: la ONU y EE.UU. le aplicaron sanciones económicas porque decidieron desarrollar tecnologías de misiles y armas nucleares. 

Pero volvamos a mi alucinante viaje...  Fue aproximadamente a la una de la mañana, cuando atravesando el océano pacífico en línea recta -porque no me gusta zigzaguear-, llegué a Pyonyang a una cita con Kim Jong-Un.  

El encuentro fue en un lugar muy elegante.  Yo era periodista de una revista con cobertura internacional llamada Anysur.  Me esperaba con su tradicional traje negro y su sonrisa de chico bueno.  Yo también con un vestido negro muy corto, cinturón y zapatos rojos taco aguja. Tenía como 40 años menos y me sentía muy bien.  Había química entre los dos, se preocupaba por atenderme, y dada  la hora de mi llegada me invitó a almorzar: comida típica con champagne francesa.

Durante el almuerzo, conversamos de todo, me contó que estudió en Suiza, habla inglés, alemán y francés, que Donald le cae bien pero cree que lo está utilizando, que el abrupto término de la reunión en Hanoi es una estrategia electoral y que no entregó a la prensa la verdadera solicitud que él hizo a cambio de desnuclearizar el país. 

Terminado el almuerzo ya eramos amigos y me invitó a recorrer la ciudad en su limusina negra. Mientras hacíamos el recorrido y me mostraba lugares específicos, empezó a acercarse demasiado y no dejaba de mirar mis piernas, que con vestido tan corto no podía ocultar. Pensé que estaba juzgando mal y busqué una explicación: le gustaban mis zapatos por el color. 

Habían pasado varias horas, comenzaba a sentir el ruido de mi ciudad pero también, cada vez más, la cercanía de Kim a mi cuerpo. Una sensación perturbadora pero a su vez de agradable tibieza me empezaba a arropar. Debía actuar con prontitud, hacer la pregunta que quedó pendiente en Hanoi y salir de la limusina:

-yo: el mundo quiere saber si después de esta fracasada reunión con Donald,      ¿vas a seguir desarrollando capacidad misilística y nuclear?
-Kim: ¿Sabes lo que le pasó a Libia e Irak por...

Y entonces un carro de bomberos con la alarma de emergencia me despertó. Mi gato se había acurrucado a mi lado y dormía plácidamente.  Algo dormida aún, lo acaricié pensando en Kim, en el misterio de mi sueño, lo real que fue...,  porque juro que toqué sus manos en el saludo y su mirada aún la tengo presente.  La cita fue real.