El domingo y como cada año, hubo almuerzo familiar. El anfitrión siempre es el mismo, porque el espacio y el paisaje así lo determina. No estuvimos todos los que deberían estar, la selección es por mérito y esfuerzo. Con los ausentes, nos encontraremos en el próximo funeral.
Como por algunos de los presentes, corre sangre italiana, son encuentros eufóricos y muy bulliciosos. Conversamos o más bien discutimos de todo: de la carestía de la vida, problemas ambientales, escasez de agua, delincuencia, portonazos y violencia. En eso estábamos, cuando súbitamente y creo que producto del éxtasis religioso, debimos haber levitado, porque en menos de un segundo estábamos en la Araucanía.
Antes, debo señalar que mi familia es muy católica. A todos los encuentros, se invita a Santa Rita o a Santa Emiliana a compartir la mesa, y las tratamos con la devoción que se merecen. Hay fanáticos y más moderados. Yo, más bien distante, porque a la primera ofrenda, entro en trance místico. Es muy curioso. Lo otro, es que mi familia, aún no se entera del término del sistema binominal, y todavía discuten bajo esa lógica:
Que los mapuches son violentos - cómo dices eso, son un pueblo pacífico; hay que militarizar la zona - los militares no están para aquello; Hermes Soto ocultó información - a él le mintieron; Chadwick va a caer -(y responde la voz potente del anfitrión) NO CAE, ESE ES UN ANIMAL POLITICO.
De un porrazo salí del trance, y me dije, eso es. Hay animales políticos. Mi gato es un político. Lo sospechaba del año pasado.
Todo empezó para la campaña presidencial Piñera - Guillier. Yo sabía que a mi gato le molestaban mucho los ruidos. Pero cuando empezaron a pasar por mi calle, las caravanas de vehículos tocando bocinas y enarbolando banderas de los candidatos, se iba sigilosamente a mirarlos desde la ventana, y se quedaba allí ensimismado hasta que pasaba el último vehículo.
Entonces, comencé a observar su conducta. Cuando quiere comida, empieza la campaña. Me sigue a todas partes, maullando consignas que ni él las cree, ronronea, se refriega en mis piernas y hace piruetas. Consigue la comida, y se comporta como político elegido. Se va a su lugar favorito que está a cierta altura, ¿y qué hace?...Pues, se arregla los bigotes y se acicala. Cuando termina, me mira desde arriba (como si estuviera en el quinto piso del congreso) y parece que me dijera: aquí me tienes para cuidarte y acompañarte. Pero nada, sigo trabajando para él, limpiando su caja de arena, poniendo agua fresca, cepillando su pelaje. Y así, lleva nueve años, sí...nueve años.
Como soy curiosa, ahora quiero saber cual es su simpatía política o su sensibilidad. Porque con el desprestigio de los partidos (a no ser que los partidos gatunos sean diferentes), no creo que se haya refichado o inscrito en alguno.
Para que tengan una idea y me ayuden, les cuento su historia. Lo recogí de la calle, no tenía casa, cuna, abrigo, ni alimento asegurado. Era un gatito tímido, desconfiado, humilde, de esos que la sociedad no ve y no quiere ver. Sobrevivió en sus primeras semanas, gracias a una vecina que le daba miguitas de pan.
Ahora lo tiene todo. Buena cama (de lana para el invierno, algodón en verano), comida acorde a su edad, vacunas al día, antiparasitario y antipulgas. Cuando lo observo caminar con la cola respingada, cimbrando las caderas, recorriendo la casa y el patio, como si fueran su hacienda, pienso... cómo ha cambiado. Con que seguridad se desenvuelve. Hay algo de arrogancia, pero lo entiendo. Ahora tiene un futuro y privilegios que seguramente no le gustaría perder.
Si lo único que me preocupa, es la aversión que tiene con los gatos vagos del barrio. Bien pueden ser su familia o amigos de infancia. Pareciera que se olvidó de su origen. Cuando osan entrar a su hacienda, en busca de miguitas de pan, eriza su cola y sale a enfrentarlos. Y si el intruso es un gato negro, peor su ofuscación. No sé que les dirá, nada bueno debe ser, se van humillados y apocados.
Pero tengo la solución. Para la próxima elección presidencial, estaré atenta a que caravana sale a mirar.
Pero tengo la solución. Para la próxima elección presidencial, estaré atenta a que caravana sale a mirar.