lunes, 4 de marzo de 2019

Mi cita con Kim


Aunque es una función fisiológica natural y normal, hay quienes la niegan o dicen no recordar.  A mí me gusta que ocurra.  Cuando no sucede siento que al día le faltan colores. Es misterioso, placentero y entretenido, pero a veces angustiante y tormentoso.  Nunca se sabe cómo resultará. Siempre es una sorpresa.

Lo hago en la noche sin que nadie de la familia se entere, ni siquiera el gato.  A veces sucede en casa, en lugares cercanos o muy lejos.  Lo hago sin pudor alguno.  Freud diría que doy rienda suelta a mis deseos reprimidos; Canetti, que hay cosas que he olvidado de gritar; y la Teoría de la Activación de Síntesis: que mi cerebro intenta darle sentido a estímulos percibidos.

La verdad es que cuando sucede, casi siempre me gusta.  Y cómo no me va a gustar, si puedo volver a tener 15 años, voy a lugares que con el dinero de mi jubilación sería imposible costear, soy artista, bailo, me enamoro, también me enojo y hasta me reúno con los que ya han partido. 

Anoche.... me fui a Corea del Norte.  Sí ...al continente asíatico.  Puede ser que este viaje se explique por la  teoría antes señalada, porque en la tarde estuve conversando con unas amigas, y nos acordamos del encuentro en Hanoi, entre Donald Trump y Kim Jong-Un.  Una de ellas es profesora de historia y se apasiona con estos temas.  Nos empezó a explicar sobre el origen de las dos Coreas,  la invasión japonesa, la hambruna que sufrieron, la dinastía de los Kim y lo hermético y oscuro que es en algunos aspectos.

¿Y cual es su población? pregunté.  Pasa mi cartera! Sacó su teléfono y todas hicimos lo mismo.   Entre el café y el kuchen de arándanos nos pusimos al día con lo que encontramos en el maravilloso mundo de internet, con fotos incluídas. Tiene una población de 25 millones de habitantes.  La capital es Pyonyang, que significa tierra plana, y está cercana al mar amarillo. Tiene una antigüedad de más de 2.000 años y la cruza el río Taedong.  La ciudad tiene edificios emblemáticos como la Torre del Ideario Juche, el Arco del Triunfo  (más  grande que el de Francia), el gran monumento en la Colina Mansudae, el Palacio de Estudios del Pueblo (una biblioteca con más de 30 millones de libros), 30 parques, 40 m2 de áreas verdes por habitante..., y conserva intacta su cultura ya que no está expuesta a la globalización.  Según la Organización Mundial de la Salud tiene un extenso y eficiente sistema de salud. Es un Estado basado en la ideología Juche, que es una combinación de autarquía, autodependencia, tradicionalismo y socialismo.  Su ejército es el cuarto más grande del mundo, y lo que ya todos sabemos: la ONU y EE.UU. le aplicaron sanciones económicas porque decidieron desarrollar tecnologías de misiles y armas nucleares. 

Pero volvamos a mi alucinante viaje...  Fue aproximadamente a la una de la mañana, cuando atravesando el océano pacífico en línea recta -porque no me gusta zigzaguear-, llegué a Pyonyang a una cita con Kim Jong-Un.  

El encuentro fue en un lugar muy elegante.  Yo era periodista de una revista con cobertura internacional llamada Anysur.  Me esperaba con su tradicional traje negro y su sonrisa de chico bueno.  Yo también con un vestido negro muy corto, cinturón y zapatos rojos taco aguja. Tenía como 40 años menos y me sentía muy bien.  Había química entre los dos, se preocupaba por atenderme, y dada  la hora de mi llegada me invitó a almorzar: comida típica con champagne francesa.

Durante el almuerzo, conversamos de todo, me contó que estudió en Suiza, habla inglés, alemán y francés, que Donald le cae bien pero cree que lo está utilizando, que el abrupto término de la reunión en Hanoi es una estrategia electoral y que no entregó a la prensa la verdadera solicitud que él hizo a cambio de desnuclearizar el país. 

Terminado el almuerzo ya eramos amigos y me invitó a recorrer la ciudad en su limusina negra. Mientras hacíamos el recorrido y me mostraba lugares específicos, empezó a acercarse demasiado y no dejaba de mirar mis piernas, que con vestido tan corto no podía ocultar. Pensé que estaba juzgando mal y busqué una explicación: le gustaban mis zapatos por el color. 

Habían pasado varias horas, comenzaba a sentir el ruido de mi ciudad pero también, cada vez más, la cercanía de Kim a mi cuerpo. Una sensación perturbadora pero a su vez de agradable tibieza me empezaba a arropar. Debía actuar con prontitud, hacer la pregunta que quedó pendiente en Hanoi y salir de la limusina:

-yo: el mundo quiere saber si después de esta fracasada reunión con Donald,      ¿vas a seguir desarrollando capacidad misilística y nuclear?
-Kim: ¿Sabes lo que le pasó a Libia e Irak por...

Y entonces un carro de bomberos con la alarma de emergencia me despertó. Mi gato se había acurrucado a mi lado y dormía plácidamente.  Algo dormida aún, lo acaricié pensando en Kim, en el misterio de mi sueño, lo real que fue...,  porque juro que toqué sus manos en el saludo y su mirada aún la tengo presente.  La cita fue real.