viernes, 1 de noviembre de 2019

Octubre

Octubre es un mes que me agrada.  En latín significa “ocho meses” pero es el décimo mes de nuestro actual calendario.  Me gusta Octubre porque, en este lugar del planeta, estamos iniciando la primavera y el intenso frío del invierno inicia lentamente su retirada.  Florece la camelia de mi jardín, los pensamientos, cardenales, azaleas, y las lilas de color blanco y lila.  La naturaleza comienza a expresar su generosa belleza bajo un sol tibio y prolongado.  Llegan a los mercados las frutillas, duraznos, espárragos,  papas nuevas y habas. 

Fue un día de Octubre el elegido para casarme.  Se celebra en este mes el día mundial de los animales; día del profesor en mi país; y tres de mis buenas amigas tienen cumpleaños en Octubre. Todas ellas del signo zodiacal Libra,  que aman el equilibrio y la belleza, igual que la Virgo que yo soy. 

En Octubre también ocurrieron hechos registrados en la historia universal: en Chile, con un lápiz y un papel derrotamos la dictadura de Pinochet; en Portugal derrocaron al rey y establecieron la República; en Paris, los ciudadanos marcharon hasta Versalles para protestar ante el rey por falta de alimentos; y en Rusia se produjo la revolución bolchevique, llamada Revolución de Octubre, por desabastecimiento de combustibles y alimentos.

Pareciera que algo tiene este mes asociado al deseo de justicia y libertad.  Porque ahora –el 17 de Octubre- mi país se remeció.  De tanto caminar con un saco a cuestas lleno de deudas, angustias, burlas, problemas y malos tratos, los ciudadanos se cansaron y dijeron ¡Basta!.  El alza de $30 en el Metro de Santiago produjo una rebelión, un estallido social nunca visto, que se ha extendido a todo el país con marchas multitudinarias pidiendo transformaciones al modelo político y económico.

El poder político quedó descolocado.  Como si nunca hubiesen conocido los estudios e informes que la academia venía publicando desde hace tiempo: hay problemas urgentes que solucionar porque se está incubando descontento social. 

También la televisión venía realizando programas de denuncia: de abusos, desfalcos, impunidad, colusión, fraudes y justicia desigual.

Sabíamos de las penas de cárcel para unos y clases de ética para otros.  Todas las instituciones desprestigiadas: iglesias, policía, fuerzas armadas, congreso, poder judicial, registro civil, sociedades de todo tipo para evadir impuestos, empresas coludidas, empresas privadas dueñas del agua, y suma y sigue…

El gobierno quedó aturdido; la clase política también; la primera dama pensó en una invasión alienígena; y no hubo   conducción por largas horas.  El presidente era fotografiado en una pizzería, mientras vándalos  destruían y quemaban estaciones del Metro de Santiago. 

Luego, reuniones urgentes en La Moneda.  La delincuencia se había desatado.  La televisión mostraba los saqueos a tiendas y comercio en general.  Los militares a la calle, y toque de queda para la población. 

Pero la ciudadanía siguió en las calles en marchas familiares y pacíficas pidiendo lo negado por tanto tiempo.  Un millón doscientas mil personas en la marcha más multitudinaria de la historia de Santiago.  ¡Impresionante! También impresionantes las manifestaciones en todas las regiones del país.

Después de un cambio de gabinete ministerial, la ciudadanía sigue aún en las calles pidiendo nueva Constitución, mejor salud, jubilaciones dignas, educación de calidad, recuperar el agua,  no más TAG, no más AFP, entre tanta demanda no atendida.

Se cancelaron dos cumbres internacionales agendadas en Santiago para estos días: APEC y COP25.

Nadie sabe qué pasará y cómo terminará esta protesta social. Las élites empresariales están preocupadas y asustadas. Prometen mejorar salarios y también se reúnen. Los políticos cambian el discurso. Ya han transcurrido quince días y la ciudadanía no cesa de manifestarse.

Yo –como todos los ciudadanos- quiero una pronta definición gubernamental para responder a las justas demandas.  Todos  entendemos que las soluciones no son inmediatas.  Pero queremos ver, sentir y apreciar verdadera voluntad de cambio, ese que  hasta ahora no se vislumbra con claridad. 

¿Quién diría que Octubre sería el mes de la rebelión incubada por tanto tiempo?