domingo, 20 de enero de 2019

No te conozco



     Creo que el matrimonio de Rosa y Pedro, fue sin duda,  un matrimonio feliz. Para ambos, el primer amor.    Digo  fueron, porque Pedro falleció,  por un cáncer gástrico,  que lo dejó pesando casi lo mismo que Rex,  su hermoso  pastor alemán,  su fiel compañero, que lloró muchas noches su muerte hasta que viejo y ciego, también murió.  Rosa, madre abnegada, esperó que sus hijos armaran sus nidos, y como lo necesitaba más que nunca, decidió ir a su encuentro.

     Eran amigos de mis padres y vivían en un sector rural cerca de aquí.  Cada verano, mi madre los visitaba con doble propósito, compartir con Rosa las penas y alegrías que daban los hijos, los avatares del matrimonio,  y   traer las  guindas que generosamente le regalaban, para preparar el licor preferido en las noches de invierno. 

     En esas tertulias de amigas, Rosa se quejaba de cómo odiaba una frase que su esposo repetía, cada vez que tenían una discusión. La historia es más o menos así.  A Pedro le gustaba compartir copas con amigos, los antiguos y los que conocía por vez primera.  No se medía ni en las copas, ni en las monedas. Cuando ella reprochaba su conducta,  él jamás  se alteraba, sólo la miraba fijamente con  actitud entre tierna y piadosa,  diciéndole: no te conozco.  Y entonces, daba media vuelta y la dejaba hablando sola, hasta que descargaba toda su ira.

     Ese "no te conozco" era su armadura, su escudo, su vía de escape, porque jamás se habría atrevido siquiera, a enojarse, gritarle o insultarla.  Sin embargo, para Rosa era el detonante de toda su furia.  Tanto así,   que más de una de vez, lo mandó a dormir con las gallinas, porque nunca, nunca, nunca, habría dormido con un  desconocido.  

     Recordando esta historia, y la noticia de hoy, pienso en cuantos "no te conozco", se han repetido en otros contextos.   

   Debió pasarle a los partidarios de Pinochet, cuando se enteraron de las cuentas bancarias secretas en el Riggs.  A los fieles de la parroquia El Bosque, por los abusos de Karadima.  A Nabila, cuando el padre de sus hijos, le arrancó los ojos.  A todos nosotros, con los generales del lema orden y patria.  A los inversionistas de Garay.  Y sigue, sigue y suma. 

    Esta mañana, me ha dejado con la boca abierta, la acusación en contra del jesuíta Renato Poblete, símbolo de la  beneficencia, caridad y misericordia.   Con reconocimiento nacional, con su nombre en un hermoso parque.   Un sacerdote querido, respetado, que ha partido con honores de las más altas autoridades.....  Sí,... hay que esperar el veredicto de la justicia.

   Pero cuantos fieles y amigos  le dirían hoy, Renato: no te conozco.