jueves, 24 de enero de 2019

Mi gato es un político


     El domingo y como cada año, hubo almuerzo familiar.  El anfitrión siempre es el mismo, porque el espacio y el paisaje  así lo determina.   No estuvimos todos los que deberían estar, la selección es  por mérito y esfuerzo.   Con los ausentes, nos encontraremos  en el próximo funeral.

    Como por algunos de los presentes, corre sangre italiana, son encuentros eufóricos y muy bulliciosos.  Conversamos o más bien discutimos  de todo: de la carestía de la vida,  problemas ambientales,  escasez de agua, delincuencia, portonazos y violencia.   En eso estábamos, cuando súbitamente  y creo que producto del éxtasis religioso, debimos haber levitado,  porque en menos de un segundo estábamos en la Araucanía. 


     Antes, debo señalar que mi familia es muy católica.  A todos los encuentros, se invita a  Santa Rita o a Santa Emiliana a compartir la mesa, y las tratamos con la  devoción que se merecen.  Hay fanáticos y más moderados.  Yo, más bien distante, porque a la primera ofrenda, entro en trance místico.  Es muy curioso.   Lo otro, es  que mi familia, aún no se entera del término del sistema binominal, y todavía discuten bajo esa lógica: 


    Que los mapuches son violentos - cómo dices eso, son un pueblo pacífico; hay que militarizar la zona - los militares no están para aquello; Hermes Soto ocultó información -  a él le mintieron;  Chadwick va a caer -(y responde la voz potente del anfitrión) NO CAE, ESE ES UN ANIMAL POLITICO. 

    
    De un porrazo salí del trance,  y me dije,  eso es.  Hay animales políticos.  Mi gato es un político.   Lo sospechaba del año pasado.  

    Todo empezó para la campaña presidencial Piñera - Guillier.  Yo sabía que a mi gato  le molestaban mucho los ruidos.  Pero cuando empezaron a  pasar por mi calle,  las caravanas de vehículos tocando bocinas y enarbolando banderas de los candidatos,  se iba sigilosamente  a mirarlos desde la ventana,  y  se quedaba allí ensimismado hasta que pasaba el último vehículo.

     Entonces, comencé a observar su conducta.  Cuando quiere comida, empieza la campaña.  Me sigue a todas partes, maullando consignas que ni él las cree, ronronea, se refriega en mis piernas y hace piruetas.   Consigue la comida, y se comporta como político elegido.  Se va a su lugar favorito que está a cierta altura,  ¿y qué hace?...Pues, se arregla los bigotes y se acicala.  Cuando termina, me mira desde arriba (como si estuviera en el quinto piso del congreso) y parece que me dijera: aquí me tienes para cuidarte y acompañarte.   Pero nada, sigo trabajando para él, limpiando su caja de arena, poniendo agua fresca, cepillando su  pelaje.  Y así, lleva nueve años, sí...nueve años.

      Como soy curiosa, ahora quiero  saber cual es su simpatía política o  su sensibilidad.  Porque con el desprestigio de los partidos  (a no ser que los partidos gatunos sean diferentes), no creo que se haya refichado o inscrito en alguno. 

      Para que tengan una idea y me ayuden, les cuento su historia.   Lo recogí de la calle, no tenía casa, cuna, abrigo, ni alimento asegurado.   Era un gatito tímido, desconfiado, humilde, de esos que la sociedad no ve y no quiere ver.  Sobrevivió en sus primeras semanas, gracias a una vecina que le daba miguitas de pan.          

     
       Ahora lo tiene todo. Buena cama (de lana  para el invierno, algodón en verano), comida acorde a su edad, vacunas al día, antiparasitario y antipulgas.  Cuando lo observo caminar con la cola respingada, cimbrando las caderas, recorriendo la  casa y el patio, como si fueran su  hacienda,  pienso... cómo ha  cambiado.  Con que seguridad se desenvuelve.  Hay algo de arrogancia, pero lo entiendo.  Ahora tiene un futuro y  privilegios que seguramente no le gustaría perder. 
  
     Si lo único que me preocupa, es la aversión que tiene con los gatos vagos del barrio. Bien pueden ser su familia o amigos de infancia.   Pareciera que se olvidó de su origen.    Cuando osan entrar a su hacienda, en busca de miguitas de pan, eriza su cola y sale a enfrentarlos.   Y si  el intruso es un gato negro,  peor su ofuscación.  No sé que les dirá, nada bueno debe ser, se van humillados y apocados.  

     Pero tengo la solución. Para la próxima elección presidencial, estaré atenta a que caravana sale a mirar.